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LOS EFECTOS DE LA VIOLENCIA EN EL DÍA A DÍA
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Dedicamos el primer post del blog, como no podría ser de otro modo, a hablar del tema del que somos especialistas, la violencia. Pensarás que lo más sencillo es empezar por el principio y hablar de las causas de la violencia. A menudo el porqué es la gran pregunta para la que creemos que nos hace falta una respuesta.
Pero esto es Reversa, aquí te proponemos mirar el fenómeno desde otro punto de vista, así que empezamos el blog hablando de la violencia y sus efectos.
LA VIOLENCIA NO ES INOCUA
La premisa de la que partimos puede parecer obvia, pero no está de más hacerla explícita: la violencia no es inocua. No lo es para quien la ejerce, ni evidentemente para quien la recibe. Pero tampoco lo es para quien la presencia.Testigos, espectadores/as y profesionales que trabajan habitualmente con ello, reciben el impacto de esta violencia y enfrentan sus consecuencias. La exposición a la violencia siempre tiene efectos. Pero no todo el mundo los sufre ni los expresa del mismo modo, y aquí es dónde se complica la cosa.
Estos efectos se pueden manifestar de modos muy distintos. No es igual exponerse a una violencia de forma puntual que habitual, ni es lo mismo que esta violencia sea leve que grave, ficcionada o real, lejana o cercana, sutil o explícita. A veces lo más difícil es, incluso, poder identificar que estamos expuestos a ella.
Cuando la violencia te activa emociones
¿Quién no ha revivido en la vida real el miedo después de haber visto una escena en una película dónde se producía un atraco con violencia en un callejón oscuro sin salida? Puede ser que la próxima vez que pases por una calle de estas características recuerdes la escena y te sientas en peligro. Empiezas a notar el latido de tu corazón, el pulso en las sienes, la respiración se te acelera… Esto es la activación emocional por asociación. Seguramente es aquello que todo el mundo sintió cada vez que se miraba en un espejo las semanas siguientes a ver “Lo que la verdad esconde”.
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Este efecto puede ser mucho más duradero cuando las imágenes son reales, y más todavía si las hemos vivido en primera persona o las hemos presenciado. El efecto en nosotros será distinto también, dependiendo de la gravedad de esta violencia.
A veces, puedes tener sensaciones extrañas sin que aparentemente esté pasando nada grave y no saber el porqué. Puede que no lo compartas por vergüenza, por evitarte oír que digan que exageras o por no saber cómo hacerlo. Es posible que ni siquiera se te pase por la cabeza que aquella escena de violencia que viste o viviste se ha grabado en tu cabeza, dispuesta a aparecer cuando menos te lo esperas.
Cuando normalizas la violencia
Igual que la activación emocional es fácil de identificar, hay otros efectos de la violencia que no lo son tanto.
Si en la empresa donde trabajas, desde el primer día son habituales los gritos y amenazas de sanción por parte de personas con responsabilidad hacia personas de sus equipos, es posible que vayas interiorizando estos episodios como normales o aceptables, como algo que forma parte de las relaciones laborales. Incluso puede ser que en algún momento levantes la voz a alguien y te parezca que esto no es reprobable. Porque forma parte de las actitudes habituales en este entorno.
Una cosa similar puede suceder si, aunque el clima de tu lugar de trabajo sea excelente, por la naturaleza de tu ocupación te expongas a que las personas a quién atiendes te traten de manera violenta habitualmente. Imaginamos que eres teleoperador/a de una empresa que hace spam telefónico y te pasas 8 horas cada día recibiendo malas respuestas, a menudo insultos de las personas con quién contactas. Es posible que uno de los efectos de esta exposición sea que acabes dejando de ser consciente de estas “malas formas”. Esto es la normalización.
La normalización de la violencia te hace poner el punto de referencia sobre qué es violencia y qué no lo es, muy por encima de lo que lo habrías puesto tú antes. Suele aparecer ante la repetición de una violencia leve pero continuada. El goteo de pequeños actos sutiles de violencia contribuye a que no sean identificados como tales y se normalicen.
Si no identificas estas situaciones como problema o minimizas su gravedad, has normalizado estas conductas violentas.
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