Macaulay Culkin fue, probablemente, el niño más famoso de los años 90. Rodó 14 películas en 6 años, algunas de ellas tan icónicas como “Home Alone” o “My Girl”. De alguna manera, todo el mundo asumió como completamente normal que después de esto se viese involucrado en escándalos o que saliese a la luz su adicción a la heroína y los antidepresivos.
No se trata de un caso aislado, pasó algo similar con las hermanas Ashley y Mary Kate Olsen. Antes de los 16 años habían participado en 10 películas, sin tener en cuenta el papel en la serie “Padres Forzosos” que las llevó a la fama y empezaron a interpretar con tan solo 9 meses. El hecho que una de las hermanas (Mary Kate) tuviera que ingresar en un centro para tratar la anorexia nerviosa que sufría no pareció extrañar demasiado, se vivió como una evolución natural de su trayectoria.
Podríamos pasarnos el post repasando solo casos de características similares: el suicidio de Jonathan Brandis (Bastian en la Historia Interminable), los distintos episodios de adicción a las drogas de Drew Barrymore (que se hizo famosa interpretando a la niña de E.T), los problemas de salud mental que relata abiertamente Mara Wilson (a quien conocemos por su papel en Matilda) o los de Jake Lloyd (Anakin Skywalker en la Amenaza Fantasma) que conocemos a través de los comunicados de su familia.
¿El coste de la fama es la salud mental?
La lista es larga y, por algún motivo, la tenemos totalmente normalizada. Existe un mensaje implícito asumido que dice: el coste de la fama es la salud mental. Especialmente si la fama te alcanza cuando eres adolescente. Pero es que además nos encontramos con una enorme paradoja: el éxito y la fama son un deseo compartido por buena parte de la población y parece tener tanto valor, que las consecuencias negativas asociadas se minimizan y pierden importancia hasta el punto de considerarse inevitables y lógicas, prácticamente un peaje.
Afortunadamente, en los últimos años estamos viviendo un proceso de sensibilización sobre la importancia de la salud mental, que junto a los altavoces que ofrecen las redes sociales y a la valentía de muchas de estas estrellas infantiles y adolescentes, están haciendo imposible mirar hacia otro lado y seguir comprometiendo la salud mental de los actores y actrices como si formara parte de la profesión de manera inevitable.
Natalie Portman (debutó a los 13 años haciendo de Mathilda en León: el profesional) denunciaba en una entrevista que ser sexualizada desde niña le arrebató su propia sexualidad. Emma Watson (se hizo famosa como Hermione Granger en la saga Harry Potter con tan solo 10 años) explicaba en una entrevista a Vogueque necesitó ayuda terapéutica para poder gestionar la fama. Selena Gómez (famosa como estrella en Disney) también ha explicado en diversas ocasiones su paso por terapia para hacer frente a la presión de la fama, del mismo modo que Justin Bieber, con quien se hizo famosa al mismo tiempo y que ha hecho pública su depresión y proceso terapéutico que sigue para superarla.
Más cerca, las hermanas Joana y Mireia Vilapuig (Polseres Vermelles) nos abren las puertas a sus vidas post explosión de la fama en Selftape con una honestidad y transparencia que hace imposible no sentirse interpelado. Carlos Cuevas (famoso cuando era un niño en su papel de Biel en Ventdelplà y más tarde como Pol en Merlí) apunta a la necesidad de incorporar psicólogos en las producciones audiovisuales donde hay adolescentes en una entrevista donde, él y la también actriz Eva Santolaria (Valle en Compañeros), reflexionan sobre el impacto que les supuso la fama.
Gestionar la fama adolescente.
Llegados a este punto, debemos convertir la reflexión en pregunta: ¿El precio de la fama adolescente es comprometer la salud mental?
En nuestra opinión, no necesariamente. Ahora bien, es un precio inevitable si no se ponen en marcha medidas concretas que tengan en cuenta los siguientes aspectos:
La identidad
La adolescencia es un periodo donde la identidad personal está en construcción. Hacerse famoso por la interpretación de un personaje en una producción audiovisual puede ser extraordinariamente confuso, sobre todo si fuera de los espacios de rodaje hay gente que se dirige a ti como si fueras el personaje que interpretas.
Diferenciar los acercamientos y las relaciones sociales que se basan en quien eres tú como persona de aquellas que se producen como consecuencia de la fama puede ser una tarea compleja y las estrategias relacionales que se adquieren pueden estar muy condicionadas a las interpretaciones que se hagan de las mismas..
La fama y las expectativas
Una de las características propias de la adolescencia es la dificultad de prever las consecuencias de los propios actos y proyectar planes de futuro viables. La mezcla con la fama puede ser explosiva.
Comprender la volatilidad de la fama, ajustar las expectativas sobre su duración y sus consecuencias, aprender a disfrutar de los aspectos positivos y lidiar con los negativos pueden requerir cierta ayuda, pero son herramientas imprescindibles para garantizar el mantenimiento de la salud mental.
La importancia del entorno
En la adolescencia se da credibilidad e importancia, principalmente, al grupo de iguales. No obstante, la relación que se ha construido con la familia y entorno cercano son elementos de seguridad que proporcionan una base sólida donde asirse si el grupo de iguales no responde como se espera.
En aquellas situaciones en las que la fama se comparte con otros actores o actrices se pone de manifiesto cómo los recursos propios y los que proporcionan el entorno cercano son clave para determinar qué gestión de la fama se puede ofrecer.
Un entorno cercano y bien asesorado, capaz de poner límites y ofrecer flexibilidad y confianza es una buena garantía para una gestión saludable del éxito y la fama.
La fama que se acaba
A menudo, la fama es efímera. En algunos casos puede ser intermitente, en otros sostenida en mayor o menor medida, pero en muy pocas ocasiones será constante. Hay que estar preparado para asumir que esta fama desaparece y que esto no tenga efectos negativos en la autoestima. Comprender la fama como una consecuencia de algunos éxitos, pero no como un éxito ni una meta en sí, puede ser difícil si el desarrollo de la socialización en la propia adolescencia se ha visto totalmente relacionado con esta fama.
Es importante prepararse para gestionar la fama, pero todavía lo es más prepararse para dejarla ir.
Así que sí, contar con profesionales de la psicología puede ser un potente factor protector de la salud mental de los adolescentes y jóvenes que saltan a la fama y que después la ven desaparecer.
En Reversa creemos que no se puede seguir relacionando con normalidad el binomio que forman la fama y los problemas de salud mental en actores y actrices adolescentes y que, si el mundo audiovisual y el de la psicología se dan la mano con el propósito de romper esta relación, lo tenemos todo a favor. Si te interesa poder contar en tu proyecto con un apoyo para minimizar estos riesgos y gestionarlos, t’interessa poder comptar en el teu projecte amb un suport per minimitzar aquests riscos i gestionar-los, contacta con nosotras y te contamos que podemos ofrecerte.
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